sábado, 1 de abril de 2017

CIRINEOS EN ACOMAR

De las muchas personas muy muy necesitadas  que llegan a nuestra Casa de Acogida y Seguimiento, buscando soluciones a sus muchas carencias…cuando nos sentamos con ellas y las vamos escuchando, escuchando, escuchando…nos vamos dando cuenta de sus sufrimientos, carencias, dolores, fracasos…También tratamos a otras personas que nada más  con verlas  entrar, sin hablar, con su imagen destrozada por miles de circunstancias,  sin hablar,  ya están hablando…en su rostro llevan una expresión fuerte de tristeza, motivada posiblemente por situaciones de cansancio y agotamiento interno o de carencias externas… El campo de la pobreza es enorme  y con muchísimas raíces, donde están “atadas” infinidad de personas.  Esperando ayuda para poder salir.
 Hay  también carencias que no se ven, que son las carencias internas, y son las más graves y difíciles  de  “curar”. A esas “heridas” nos piden que le demos más importancia y llevan toda  la razón, porque si no  se van tratando y poco  a poco y “curando”, no damos vida  a su YO que continuará estando en “vía muerta”  sin poder recorrer ni un milímetro, no digamos para avanzar,  hacía su libertad,  ni  siquiera  para dar un paso en poner un orden  en su vida, porque  carece de fuerza y de vida interior. El vacío  interior es profundo. Me decía,  hace un tiempo, una persona que estuvo con nosotros  “enraizada” en el   campo de la pobreza y que, gracias a Dios, terminó por salir. Que allí había vivido su  “Calle de la  Amargura”, sufriendo  su “Vía Crucis”, dolorosísimo   y personal cargado con sus “cruces” de la soledad, del abandono, de la miseria, del hambre,… que había recibido los “golpes” del fracaso, de la humillación, del olvido…    y que no llegó al “Calvario”, donde otras personas  están  ya “ clavadas” en diferentes “cruces”, de sus dependencias, enfermedades…desesperanzas…, porque  encontró alguien que le ayudaba.
Amigos/as, esa es la realidad, la experiencia  de 27 años junto a tantas personas que están en estas situaciones. Pero  a la voz de la experiencia también se une   el trabajo, el servicio, la dedicación, la solidaridad  de muchos /as voluntarios/as  que   nos  dicen, que esas personas no pueden quedarse ahí   y que hay posibilidad de ayudarlas, para  que tengan su vida digna. Y gracias a Dios, se puede conseguir. En ACOMAR, intentamos vivir siempre la Cuaresma. La Cuaresma como dice nuestro Papa  Francisco, es un camino de esperanza.  Para nosotros  es todo el año porque todo el año estamos acompañando a estas personas mediante unos procesos hacía su liberación. En los procesos le vamos “curando” sus “heridas” tanto externas como internas, teniendo cubiertas todas sus necesidades de atención primaria: (alojamiento, alimentación, higiene, servicios médicos,…) llegando a su YO, donde tienen su vida.  Y su vida llena de fuerza y alegría  la van consiguiendo estas personas con   su esfuerzo, con su empeño, con su lucha diaria acompañadas siempre por el voluntariado de ACOMAR. Es un camino, como dice el Papa,” en el cual la esperanza misma se forma”.
¿Es posible que a nuestro alrededor existan personas sufriendo tan duros “Vía Crucis”? Pues sí las hay. El que estas personas vayan saliendo de su     situaciones, no se realiza de la noche a la mañana. Con estas personas hay que dialogar y actuar, pero de forma permanente, no ocasional ni accidentalmente. Ya muchas veces lo he comentado. En estos diálogos se pueden descubrir dos cosas importantes. Una, que se va tomando  conciencia del dolor, del sufrimiento, de la desesperanza… que tiene sobre su corazón esa persona por la cruz o cruces que lleva sobre sus hombros. Otra: que si queremos ayudar, nuestro corazón ha de irse abriendo  para ponerlo al servicio de esa persona,  pero con la fe en ella; ofreciéndole la posibilidad para que de forma voluntaria pueda realizar un camino de manera permanente, acompañada por la Comunidad, hacía la esperanza de su liberación  y  para ello, necesita de una compañía estable y segura,  siendo ella misma la protagonista de su propia recuperación.  En este  proceso hay que contar con sus debilidades, marchas contramarchas, abandonos, recuperaciones…volver a empezar…los caminos hacía la esperanza de su liberación son duros, pero a la vez nos invitan a seguir  adelante creyéndonos a la persona, dándole siempre su lugar, potenciando cada día sus posibilidades de ir saliendo de sus situaciones y valorando sus  esfuerzos.
En algunas personas se puede descubrir, que son tan fuertes las situaciones   de abandono personal  y que sus cruces le pesan tanto y tanto y además es tanto el tiempo que soportan la  carga, que algunas las llevan arrastrando. Me podéis decir que habrá personas que puedan rechazar la ayuda que se le ofrece  y otras que comienzan los procesos  y luego los abandonan…pues en todo momento hay que respetarlas, son personas, como nosotros, que pueden tener sus fallos, sus errores, sus equivocaciones… hay que respetarlas y darle su libertad, pero no nos podemos quedar en eso; hay que invitarlas, esperarlas, perdonarlas, si algo hubiese que perdonar y nuevamente volver a empezar  para  que  cuando necesiten  la ayuda que ahora rechazan la puedan encontrar con toda libertad. Nos llegan personas de todo el mundo. Hay que atenderlas y escucharlas a todas. Nos las manda  el Señor.
Por último, nos queda el paso más importante. Si vamos a comenzar este camino de rehacer a la persona, caminando con  de ella, siendo “Cirineo con la persona”, ayudándole en todo momento, tenemos que abajarnos a su mundo, al campo de la pobreza donde ella está. Pero allí no se puede llegar con prisas, ni con esquemas técnicos, ni con proyectos previstos, organizados, estudiados… Aquí ocurre lo contrario que  en nuestro mundo de activismo en el que a tanto trabajo tanto rendimiento, a tanto caminar tanto avanzar, a tanto exponer tanta compensación… La persona que va a acompañar a la persona necesitada, ha de llegar con la lección bien aprendida. Para comenzar, factores importantes:  la escucha, la humildad, la paciencia, la oración… Se ha de caminar al paso que la persona  lo necesite y el tiempo  que necesite cada paso, estando organizados de mutuo acuerdo. A este campo donde se llega y en donde se puede permanecer, hay  que  llegar  con las manos y con el corazón  abiertos.  Ya  la persona acompañada nos irá diciendo, con sus actitudes, lo que más necesita de nosotros tanto en temas externos como internos  y  comenzará a enseñarnos  lo que es el saber esperar,  saber escuchar,  saber sufrir,  saber callar,  saber valorar,  saber compartir…  saber AMAR a la persona muy  muy pobre. Poco a poco nos iremos dando cuenta, de que la persona no es tan pobre, pues iremos descubriendo, como persona que es, los valores humanos y espirituales que tiene y la gran riqueza que tiene en su YO, único e irrepetible, que ha estado un tiempo “dormido”  y ahora comienza a despertar dando vida, comenzando por el acompañante.  Muchas veces durante el proceso hay silencios preciosos que hablan y en esos silencios van ”madurando”  las dos personas el acompañante y el acompañado  y se van reforzando los sentimientos nacidos del YO de cada persona  hacía  una vida nueva. Ya la persona que antes vivía su “Calle de la Amargura” y en ella su “Vía Crucis” siente que está próxima   su resurrección y comienza a preparar sus proyectos para  vivir  con dignidad .”Porque salvarás al indigente  que implora  y al pobre que no tiene quien le ayude”-(Sal. 72.12). Alicante, 30 Marzo 2017. Salvador.

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